El lado bueno ha sido ver que hay más gente pendiente de mí de lo que podría imaginar, gente que me ha cuidado sin apenas conocerme. Me ha sorprendido sentirme tan arropada, tan querida... Y tengo la suerte de poder levantarme todos los días e ir a trabajar precisamente con ellos e intentar darles una mínima parte de todo lo que ellos me han dado a mí. Y, ¿sabes lo mejor? Que ahora ya no tengo miedo a caerme, porque sé que no voy a estar sola...
No sé si suena prepotente o qué, pero sé que puedo con todo lo que me echen. Soy blandita, pero resistente y sé que, con mi actitud, ni nada ni nadie puede conmigo. Los gatos siempre caemos de pie, ¿sabes? ;)
Hoy, como siempre, te sigo queriendo...
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